Thursday, June 11, 2009

Oh Shit!


Yo quiero algún día
viajar a Calcuta,

Bajar quince kilos…

¡Volverme bien puta!


¿Qué hay en este horrible mundo peor que el holocausto nuclear, el calentamiento global, Auschwitz-Birkenau y el Santo Oficio?
Las estrías…
¡Casi! Estar a dieta y que no funcione.
Llevo exactamente 2 semanas comiendo lechuga como vaca, rebanadas de aire acompañadas con partículas suspendidas, cantidades moderadas de apio y alpiste a discreción. Esperando rebajar dramáticas pulgadas de cintura, (como dicen los infomerciales doblados) me quité de un día para otro y a rajatabla harinas, aceites, cereales, azúcar, huevos, leche, carne y pescado (con excepción del de Coyuca, ya que este, por lo raquítico y arcaico no contiene calorías).
El objetivo era perder en 15 días el 10% de mi masa corporal.
Lo que he perdido es la noción del tiempo y del espacio en un 20%, las ganas de vivir en un 50% y la alegría de tener auto nuevo en un 20%. El 10% de juicio restante lo perdí hoy mientras estaba en la oficina del Secretaire de Justice cuando en plena asamblea presupuestal se me aparecieron los pitufos y me instaron a liberar al delfín de Orleáns.
Y es que mi condenado organismo no sabe que ya se acerca el verano y que parezco chorizo mal amarrado. Mi cuerpo cree que estoy atravesando una feroz hambruna estilo comunidad indígena chiapaneca y esta haciendo hasta lo imposible por conservar sus “preciadas” reservas de grasa.
Afortunadamente el tío Evangelino me regaló un frasco de su ultimo invento “La Gran Barredora Intestinal” (patente en trámite), un laxante natural a base de papaya y jojoba que dice es capaz de expulsar los mismísimos demonios del averno.

Epilogo.

…Cuando salga del coma le voy a partir su madre al tío Evangelino…

Sunday, June 07, 2009

Guitar Hero

- Voy a aprender a tocar guitarra.
Dijo el tío evangelino a mitad de la cena, mientras abandonaba súbitamente la mesa tirando vasos y copas. Salió como chiflido dejándonos a todos con la boca abierta incluyendo al mariscal Von Haussen y al comendattore Tagliatelli que estaban de visita en casa.
La tía Eufrosina, que en estos casos es la del espíritu conciliador nos dijo:
- No se preocupen niños (la tía Eufrosina jamás nos llamó de otra manera a pesar de que el menor de los niños ya rozaba peligrosamente los 30 años) mañana se olvidará del asunto.
Y es que todos pensábamos que la idea de tocar guitarra del tío Evangelino era otra de sus tantas locuras que tarde o temprano (generalmente más temprano que tarde) terminaría en el baúl de los recuerdos junto con el chaleco antibalas de otate, el revolucionario curso de “Mixteco clásico sin barreras”, la alarma antirrobo con lanzallamas incluido, el simulador del Melate y Revancha o el tónico capilar de cacahuananche con tlalchichinole.
Su última hazaña lo dejo en cama 6 meses, enyesado hasta de las pestañas, cuando en plena celebración de Día de Muertos en casa de la tía abuela Lucrecia se aventó desde el quinto piso con su “Maxi sombrilla antigravedad 2000”.
El caso es que todos pensábamos que la idea de la guitarra clásica le iba a durar - y perdonen mi fino francés- “lo que un pedo en el calzón”
¡Craso error!

El tío Evangelino tocaba día y noche sin sacarle a la guitarra ni una triste nota. Hasta se dejo crecer el bigote estilo Jorge Negrete, pensando que sería el elemento clave que aportaría mayor dramatismo a su interpretación.
Plin… Plin… Plin… era el único sonido en casa a todas horas.
La tía Eufrosina estaba desesperada, no había pegado un ojo en días, los vecinos (importunados por el escandalazo) le habían retirado el saludo y le hacían un vacio abismal en la misa del padre Aguayo. Hasta el Temistocles, su fiel perro mitad chihuahua mitad pastor alemán huyó de la casa a mitad de un requinto del tío.
Finalmente, después de 3 semanas de tortura, y de solo arrancarle a la guitarra el infame Plin… Plin… el tío Evangelino se dio cuenta que no podía solo, así que hizo lo que haría cualquier persona sensata y coherente.
- ¿Contrató un maestro?
¡Algo mejor! Se compro un sombrero, pensando que con dicho accesorio ahora si iba a tocar como el mismísimo Ottmar Lieber.
Plin… Plin… Plin… sonaba la condenada guitarra para desconcierto del tío y horror de todo aquel que tuviera orejas.
El tío Evangelino rascaba con determinación su instrumento (la guitarra, se entiende) sin entender por qué a pesar del sombrero y bigote no podía tocar dulces melodías, bullangueros sones ni esas energéticas marchas militares que tanto le gustan al mariscal Von Haussen.
Von Haussen… militares… uniformes… ¡Eso es! ¡Al fin el tío descubrió lo que le hacía falta.
- ¡Eureka… digo… Eufrosinaaa –gritaba el tío desde su estudio- ven pronto!
Esa misma noche, el tío llamó por teléfono a la prestigiosa tienda tapatía “El charro machorro” y junto con su propietaria, Conchita Murillo, diseñaron la maquina musical más poderosa de todos los tiempos.
Inicia la operación Folk Fury.

Mientras la prima Elizabeth Joaquina indicaba a los invitados su lugar en el gran salón de la casona de la tía abuela Lucrecia, la prima Leona Josefa repartía los programas del “Gran Recital de Guitarra Clásica” del virtuossísimo tío Evangelino. El repertorio incluía piezas clásicas y populares como “Las bolas de Fígaro”, “El divorcio de Luis Alonso”, “El estanque de los patos cimarrones” y hasta el “El reloj sincopado” del inigualable Joe Pardi.
-¿Rompope?- Ofrecía la prima Martha Yolandita a los invitados.
- ¡Ni dios lo permita! ¿Cómo rompope?- Contestaban a coro.
Finalmente, el tío hizo acto de presencia. Por un momento cortó la respiración de todos los asistentes, y no por su arrolladora presencia, de hecho medía un metro cincuenta y era medio bizco, sino por lo aparatoso de su vestimenta.
Conchita Murillo le envió desde Guadalajara un traje de charro hecho a la medida, con aplicaciones en oro y plata, foquitos multicolores y luz estroboscópica que salía desde el sombrero. Para obtener suficiente poder para hacer funcionar el rayo laser que salía desde el adorno de su pecho, el traje venia con una batería de automóvil amarrada a la espalda.
En la mano derecha su fiel guitarra, en la izquierda una cuerda. Al otro extremo de la misma, un caballo mascaba los geranios del jardín mientras defecaba pesadamente sobre las gladiolas que la prima Carlota Amalia cuidaba como si fueran sus propias hijas.
- Y uno, y dos y un dos tres cuatr…
Ni todas las horrendidades que vio el mariscal Von Haussen peleando al lado del Generalísimo Franco se comparaban con el sonido de la guitarra clásica del tío Evangelino.
Plin… Plin… Plin…
La tía Eufrosina se ponía lívida…
Plin… Plin… Plin…
El comendattore Tagliatelli decía cosas terribles en italiano…
Plin… Plin… Plin…
El padre Aguayo amenazó con excomulgarnos a todos…
Cuaz… Cuaz… Cuaz…
El público se levantó de sus asientos y empezó a aplaudir con furia. Una gran sonrisa se dibujo en el rostro de todos los presentes. ¡Bravo! ¡Bravísimo! ¡Encore! ¡Bendito sea el señor!
La tía Eufrosina, llorando de felicidad, abrazó a sus hijas mientras el tío era sacado en hombros entre hurras, gritos de aprobación y las bendiciones del padre Aguayo.
Y es que a mitad del concierto, al darse cuenta que todos sus esfuerzos no daban resultados patentes e inmediatos, el tío Evangelino arremetió contra su guitarra, azotándola contra piso y paredes provocando la ovación de los presentes y dejando verde de envidia a cualquiera de los roqueros crapulosos de esos que están de moda.